DE BUEN AMOR
Ella tenía la piel blanca e intacta, aguardando. Él, elegante y erguido, tenía en su afilada punta una lágrima negra, siempre pendiente.
No fue el destino, sino el propósito de encontrarse lo que los unió eternamente.
Les he visto de nuevo hace poco, siguen juntos. Ella tiene ahora la piel iluminada y pública. Él más cómodo y menos elegante, deposita ahora sus lágrimas, transparentes, en una alfombrilla poseída por un ratón, pero le adjunta fotos.
“El Árbol de los Deseos”. (Camino de la Cueva del Santo. San Millán de la Cogolla. LR.)
Miguel Ángel Sierra Antiñolo